En la infancia, el juego constituye el vehículo ideal para potenciar el desarrollo integral del niño. A través de él, los infantes entran en contacto con experiencias nuevas, se asombran por la realidad, forjan amistades y despliegan su ser con autenticidad.
Por María Gracia Muñoz-Nájar. 03 marzo, 2025. Publicado en El Peruano, 1 de marzo de 2025El juego permite la vivencia de una diversidad de emociones que van desde la alegría hasta el miedo y la frustración. En compañía de un adulto asertivo y empático, la vivencia de estas emociones resulta una oportunidad para que el infante aprenda a reconocer, gestionar y expresar su sentir. Basta con sentarse a unos metros de un grupo de niños que está jugando para observar cómo, en cuestión de minutos, pueden pasar de la risa al llanto y viceversa. Lo importante es no invalidar su sentir y ayudarles, según la etapa del desarrollo en la que se encuentren, a verbalizar la experiencia que están teniendo. A un niño de 2 años que llora porque otro infante está jugando con un objeto que él quiere podemos decirle: “Veo que estás triste porque no estás jugando con el oso”. ¿Qué te parece si lo pedimos prestado o jugamos con esta oruga que está muy simpática? Así, ayudamos al niño a identificar lo que está sintiendo, a conectar su emoción con una situación concreta y le ofrecemos soluciones. La repetición de estas situaciones permitirá que, a futuro, el niño pueda bailar con sus vivencias emocionales de forma más autónoma.
En el ámbito social, los espacios de recreación conducen a que los niños adquieran habilidades para llegar a acuerdos. Por ejemplo, cuando en un patio deciden que primero jugarán el juego favorito de Pedro y luego el de Juan. Además, es ocasión ideal para que se forjen amistades y, desde ahí, se continúe la socialización primaria iniciada en casa, permitiendo que los niños aprendan a compartir con los demás, a ceder y a pedir perdón. Con todo, en ocasiones también será necesaria la figura de un adulto que, aunque no necesariamente participe en el juego, pueda mediar las interacciones de los niños cuando los recursos de estos sean sobrepasados. En el contexto escolar, es común que los profesores, al recibir a los niños en el salón luego del recreo, tengan que gestionar muchos conflictos que quedaron inconclusos porque los mismos niños no pudieron resolverlos. Por esta razón, resulta fundamental que, tanto en contextos educativos como en otros, existan adultos que puedan servir de apoyo cuando los infantes lo necesiten.
En lo que se refiere al nivel cognitivo, los espacios de juego permiten que los niños tomen decisiones. Se preguntan: ¿A qué jugaremos? ¿Habrá reglas? Incluso deliberan sobre turnos y roles. Los momentos lúdicos también permiten que los niños pongan en práctica la habilidad para resolver problemas y desplieguen su creatividad. A veces, deben ingeniarse para diseñar un juego con botellas de plástico y, en otras ocasiones, vemos que utilizan una piedra para simular que están haciendo una llamada. En estas mismas simulaciones, aprenden nuevas habilidades e incluso amplían su repertorio de palabras. Todo lo mencionado favorece el desarrollo cognitivo.
A nivel motor, en la primera infancia, pasan de no poder desplazarse de forma autónoma a lograr subir gradas y correr. Estos logros también son potenciados gracias al juego, que permite que los infantes se interesen por su entorno y ensayen distintas formas de moverse para alcanzar objetos e interactuar con los demás. Luego, los niños progresan hacia movimientos articulados y ágiles que facilitan el aprendizaje de habilidades vinculadas con el deporte, lo que, a futuro, resulta fundamental para que crezca en ellos un agradecimiento y aceptación por su cuerpo tal como es.
Dada la importancia del juego, resulta fundamental que las familias reflexionen sobre el tiempo y la calidad del juego de sus hijos. Una de las primeras preguntas que podrían hacerse los padres es: ¿Tienen mis hijos tiempo para jugar? A más de una familia le puede pasar que las agendas de los niños están tan cargadas que finalmente no tienen tiempo para uno de los juegos más importantes: el juego libre. La segunda interrogante que plantearse es: ¿Cómo es el tiempo de juego de mis hijos? Definitivamente, si transcurre únicamente frente a pantallas, no se favorecerá el desarrollo de la forma en la que se ha descrito. Por último, también es importante que los mismos padres repasen sobre el tiempo que ellos dedican para jugar con sus hijos. Esto último no solo favorece el vínculo familiar, sino que también facilita una aproximación a la singularidad de cada infante. Reflexionar sobre estos aspectos puede ayudar a generar cambios en la dinámica familiar, favoreciendo el tiempo de juego de calidad y, con ello, el desarrollo de los más pequeños.